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La estética es una rama de conocimiento con raíces en la filosofía que se ocupa de la naturaleza y percepción de la belleza, el arte y el gusto. Explora cómo las personas experimentan y aprecian las cualidades de objetos, imágenes, sonidos, otras personas y otros estímulos sensoriales. La estética tiene una larga historia, que se remonta a la antigua Grecia, por discutir la naturaleza de la belleza y su relación con lo bueno y lo verdadero. Desde entonces, han surgido numerosas interpretaciones y enfoques de la estética, que van desde puntos de vista formalistas y objetivistas que enfatizan las cualidades formales de las obras de arte, hasta puntos de vista contextualistas y subjetivistas que destacan el papel de los factores sociales, históricos y culturales en la formación de las experiencias estéticas. La estética también está estrechamente relacionada con otras disciplinas, como la psicología o la antropología, que contribuyen a nuestra comprensión de cómo y por qué las personas se involucran con la estética.

 La estética juega un papel significativo en la formación de las emociones, el comportamiento y la identidad humana. Afecta cómo las personas se perciben a sí mismas y a los demás, cómo se relacionan con el mundo y cómo se expresan a través de diversas formas. Las experiencias estéticas pueden provocar una variedad de emociones, desde el placer y la alegría hasta el miedo y el asco, y pueden influir en el estado de ánimo, la motivación y la toma de decisiones. Por lo tanto, cumplen una función en la esfera moral y económica. También pueden moldear las interacciones y relaciones sociales, ya que las personas utilizan la estética para indicar su identidad, valores y creencias, o establecer límites y jerarquías sociales. Sin embargo, el impacto de la estética también puede llevar a resultados negativos como el prejuicio, la discriminación y la exclusión. Los juicios estéticos que hacemos suelen estar influenciados por factores sociales, culturales y políticos, que pueden reforzar las relaciones de poder y desigualdades existentes y marginar ciertos grupos o perspectivas. Por lo tanto, es necesario un enfoque crítico de la estética para examinar su impacto en los seres humanos y promover formas inclusivas y democráticas de expresión.

Desde un punto de vista estético, las personas en diferentes períodos históricos y culturas han experimentado y apreciado a otras personas de diversas maneras. Por ejemplo, en la antigua Grecia, la belleza física era altamente valorada y vista como una prueba de virtudes morales e intelectuales. El arte y la literatura griega celebraban la que consideraban la forma humana ideal, que está representada en las formas desnudas que abundan en esculturas y pinturas. En contraste, la cultura europea medieval enfatizaba los aspectos espirituales y religiosos de la existencia humana, y la belleza a menudo se asociaba con la santidad y la gracia divina. El arte y la literatura medieval representaban a los seres humanos como imperfectos y pecadores, pero capaces de redimirse a través de la fe y la devoción.

En la cultura tradicional japonesa, el concepto de «wabi-sabi» enfatizó la belleza de la imperfección, la simplicidad y la transitoriedad, e influyó en diversas formas de arte, como las ceremonias del té, la caligrafía y los arreglos florales.  Esto muesttra cómo la estética desempeñó un papel relevante en la formación de tipos destacados de relaciones sociales e interpersonales. En la cultura occidental contemporánea, la estética de la belleza y la moda tienen un impacto significativo en cómo las personas perciben y evalúan a los demás. La industria de la belleza, la industria de la moda y la cultura popular utilizan la estética para expresar la individualidad y la identidad, a través de la ropa, peinados y otras formas de expresión personal.

Expresar la individualidad y la identidad a través de la expresión personal, como la ropa, los peinados y otras formas de elecciones estéticas, se relaciona con la estética como una característica presente a lo largo de la historia humana, y refleja los deseos expresión y asignación de sentido al mundo. La expresión personal a través de elecciones estéticas es una forma de comunicar a los demás cómo nos vemos a nosotros mismos y cómo queremos ser percibidos. En este sentido, la estética puede ser vista como un medio para crear y dar forma a nuestra identidad y sentido de sí mismos.

La ropa y los peinados, por ejemplo, no solo son necesidades prácticas, sino que también sirven como símbolos de identidad cultural o estatus social. Se utilizan para distinguir a individuos y grupos entre sí, para indicar afiliación social o cultural, y para señalar ciertos valores o creencias. En estas elecciones está contenida la comprensión que el individuo tiene del mundo y del lugar que ocupa en él. La estética, por lo tanto, puede ser vista como una forma de construir y comunicar identidad, permitiendo a los individuos expresar su individualidad y dar sentido a su lugar en la sociedad.

Así, se hace uso de la estética para expresar la individualidad y la identidad mediante la expresión personal. Por lo tanto, es una vía para que los individuos creen y moldeen su identidad y sentido de sí mismos, comunicando a los demás cómo se auto-perciben y cómo quieren ser percibidos. En este sentido, el uso de la estética como medio de creación de la individualidad y la identidad a través de la expresión personal, posiciona a  la estética entre las características más centrales de la humanidad.

Las opiniones del filósofo Jacques Rancière (2019) sobre la estética se centran en la idea de la experiencia estética como una forma de participación política. Argumenta que, además de una cuestión de expresión personal, la estética es también una forma de reconfigurar la distribución de la experiencia sensorial en la sociedad. Este autor afirma que la estética puede crear nuevas formas de sensibilidad y percepción, y que estas a su vez pueden llevar a nuevas formas de acción colectiva.

Se puede continuar con las ideas de Rancière, quien sostiene que la expresión personal a través de la estética puede tener implicaciones todavía más amplias. Al utilizar la estética como medio para expresar la individualidad y la identidad, las personas pueden cuestionar y desafiar los patrones sensoriales dominantes que influyen en nuestra percepción del mundo. Esto incluye los mercados. Entendidas de esta manera, las experiencias estéticas tienen el potencial de perturbar el orden de las relaciones de poder existentes.

En esta misma línea de argumentación, podemos citar a Pierre Bourdieu, quien ha desarrollado la teoría de la «distinción» cultural. En su obra «La Distinción: Criterios y Bases Sociales del Gusto», Bourdieu argumenta que el gusto y la elección estética están profundamente arraigados en la estructura social y las relaciones de poder (Bourdieu, 1996). Según él, las elecciones estéticas y culturales que hacemos son una forma de afirmar nuestra posición en la sociedad y diferenciarnos de otros grupos sociales. Cuando elegimos un estilo, forma u objeto específico, no solo reflejamos un sentido personal del gusto, sino que también ponemos de manifiesto un deseo de distinción y diferenciación de otros grupos sociales. Bourdieu argumenta que el gusto y la elección estética son una forma de expresar y afirmar nuestra posición social y que las personas utilizan estas elecciones para construir su identidad y diferenciarse de otros grupos.

De otro modo, aproximaciones como la de Küchler y Miller (2005) sobre la ropa y la identidad pueden ser interpretadas como formas de resistencia mediante la estética. Al utilizar la ropa como medio para expresar su identidad, los individuos pueden cuestionar las normas y valores dominantes que influencian la percepción estandarizada de la edad y la moda. Los medios de expresión estética son entonces una forma importante en la que los individuos pueden construir y comunicar su identidad personal y social. Estos medios de expresión no solo reflejan la comprensión del individuo sobre el mundo, sino que también están profundamente arraigados en la estructura social y las relaciones de poder.

Un referente que permite ampliar la comprensión de asuntos asociados a este, es el libro «Hope in a Jar: The Making of America’s Beauty Culture» de Kathy Peiss (1999). Se trata de un estudio sobre cómo los estándares de belleza y la moda han influido en la construcción de la identidad femenina en Estados Unidos. La autora destaca cómo la belleza y la moda han sido utilizadas por las mujeres también para desafiar las expectativas sociales y construir su propia identidad individual y colectiva. Desde los primeros días de existencia de la República hasta la actualidad, la belleza ha sido una forma de afirmar la identidad y la individualidad, y ha sido utilizada tanto como herramienta de opresión como de liberación.

Peiss también examina cómo la belleza y la moda han sido utilizadas para construir la identidad étnica y racial en Estados Unidos. Por ejemplo, la norma de belleza eurocéntrica de la sociedad dominante a menudo ha marginado y oprimido a las mujeres negras. Sin embargo, las mujeres negras han sido capaces de resistir y transformar estos estándares de belleza, creando sus propios movimientos de belleza y reivindicando su belleza natural y única.

Este libro muestra cómo la belleza y la moda son una parte integral de la construcción de la identidad femenina y étnica en Estados Unidos. A través de la historia, la belleza ha sido utilizada tanto para oprimir como para empoderar, y las mujeres han utilizado su creatividad y su habilidad para crear movimientos de belleza que desafían las normas culturales y afirman su propia individualidad y valor.

 

Camilo Ernesto Lozano-Rivera

 

Antropólogo | Mg. Psicología Cognitiva | Dr. Estudios Territoriales |